Una aburrida noche de Noviembre, haciendo zapping. "Españoles por el Mundo", no está mal. Los Ángeles, no está mal. Chica que dibuja para Disney, no está mal. "Os voy a presentar a un amigo, es compositor de bandas sonoras...", venga, sorpréndeme. "Él es Lucas, el nuevo prodigio de la música de Hollywood...", interesante. Y ahí comenzó mi sueño.
Todo sucedió demasiado rápido, tal vez por eso lo recuerdo más como un sueño que como algo real. Las cosas pasaban sin tener por qué hacerlo. De acuerdo, deseé que ocurrieran, le pedí al Universo que me ayudara a conseguir lo que tanto deseaba, pero no pensé que fuera a cumplirlo. Primero fueron mensajes, después un inesperado "me gusta", más tarde un "Martita, ya estoy en el airport" vía chat, y por último(por ahora) ese mensaje el sábado 17 de Diciembre: "Marta, soy Lucas, ya estoy en Madrid :) besos!". Después de eso, supe que tenía que ir a verle. Si el Universo había movido todas las piezas para que encajaran, yo no tenía más remedio que terminar el puzzle. El domingo 18 de Diciembre cogí el autobús destino Madrid. No sabría bien explicar si lo hice porque quería, o porque la vida me empujó a hacerlo, pero estaba segura de que era lo que tenía que hacer. Durante el viaje imaginé cientos de formas en las que podría encontrarme con él pero sin duda, lo que sucedió cuando le vi, fue mucho mejor que todo lo que había imaginado.
El martes 20 de Diciembre propusimos quedar después de cenar. Por supuesto no pude hacerlo. Me refiero a cenar. "Ya estoy getting ready!", "Voy saliendo, tardo 2 minutos!", y por fin la llamada que estaba esperando, desde hacía 15 minutos, sentada en la cama, con manos y piernas temblado a la vez:
-Marta! ¿cual es tu calle?
-Estébanez Calderón! justo donde hay un bar irlandés!
-Vale, perfecto! ya estoy aquí.
Bajé las escaleras a ese ritmo que adquiere tu cuerpo cuando el cerebro no tiene la capacidad para enviar las órdenes correctamente a las piernas porque está demasiado ocupado pensando otras cosas, imaginando cómo sería, cómo hablaría, cuáles serían sus gestos, cómo sonreiría, cuál sería su olor... y entre pensamiento y paso, y entre paso y pensamiento, llegué al rellano, desde donde ya era capaz de verle en su coche, parado frente a la puerta.
-Hola!
-Hola!! te ha costado llegar eh!
-Es que no te entendía con el acento andaluz!- dijo entre risas.
¿Sabéis esa sensación de estar cumpliendo un sueño? Cuando te sientes pleno, realizado, satisfecho. Así me sentía. Y claro, cuando la energía positiva cubre cada milímetro de tu cuerpo, nada puede salir mal, mucho menos si el Universo se a encargado "personalmente" de hacerte llegar hasta ahí. Pues eso. Todo fue, como mínimo, como esperaba. Su sonrisa no pudo ser más perfecta. Su mirada tuvo la capacidad de desarmarme desde el momento en que se cruzó con la mía. Su voz era una mezcla entre sensual, masculina y tierna. Su olor...de su olor hablaremos más adelante.
Hablamos de todo, y encajamos en todo. Baile, música, cine... El mundo que a mi me hacía feliz era el mismo que el suyo. Habían pasado solo unas horas desde que nos vimos y él ya había superado todas mis expectativas. Solo estábamos en un bar, hablando sobre cosas sin importancia, y ya había conseguido que ese fuera el momento más perfecto de mi vida. Pero no os preocupéis, no se conformó con echar al 80% de la población masculina de mi vida, no. Cuando el bar cerró, a eso de las 02:00 am, fuimos a su estudio. Era una habitación con un sofá, dos ordenadores de mesa para componer, un teclado y un piano. En 5 minutos me compuso una canción (hizo que despreciara a un 15% más de población masculina, ya solo me quedaba un 5% con el que muy difícilmente me cruzaría), y tocó su canción preferida para mi (¿quién hablaba de un 5%? El resto de individuos masculinos del planeta pasaron a ser inexistentes desde ese momento.) Y así transcurrieron un par de horas más sin que me diera cuenta de que el tiempo existía. Ahora sí, entre beso y beso, pude ver que eran casi las 5 de la mañana, y que ya era hora de regresar a casa, porque desafortunadamente, no vivía sola. Y entre otros y otros muchos besos y alguna que otra gana de cometer un desliz, decidí que lo más prudente (hay que hacerse la dura, al menos un poco) era dejar pasar un poco el tiempo.
Nos vimos más veces y sucedieron muchos más momentos inolvidables, pero no los contaré porque nunca podría llegar a explicarlos como se merecen.
El día 23 de Diciembre subí en el autobús destino Sevilla. Y esta vez supe que no era lo que quería, pero si lo que la vida me empujaba a hacer. A veces hay que irse para saber quién te echa de menos.
Y de su olor... De su olor solo puedo decir que, a día de hoy, aún me persigue y me sorprende, cuando me despisto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario